La Nación: Los animales que somos en un fotolibro a todo color de Clara de Estrada
31/12/2025
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Increíblemente editado por La Luminosa e impreso por Akian en papel Natural Evolution, Avistaje ($ 60.000), segundo fotolibro de Clara de Estrada (Buenos Aires, 1970), reúne una serie de 43 retratos a todo color de animales y de personas, la mayor parte de las veces en dípticos que muestran semejanzas y diferencias de estilo entre unos y otras. Cisnes, cerdos, pavos reales, tortugas, pingüinos, caballos y águilas se espejan con transeúntes, uniformados o urbanitas de elegante sport en París, San Pedro, Necochea, Tokio, Buenos Aires, Río de Janeiro, Luján y Londres, entre otras localidades.Estrada, que en la infancia pasaba los veranos en el campo, en compañía de animales y gente, se licenció en Letras en la Universidad del Salvador; trabajó como correctora en varias editoriales y, en 2002, de regreso de Bogotá, se interesó por la fotografía. Participó de un taller con Inés Miguens, a partir del cual se acercó a las obras de artistas como Sarah Moon, Sally Mann y Tina Modotti. Luego profundizó sus estudios con Lutz Matezchke, Juan Travnik, Lorena Guillén Vaschetti y Abraham Votroba. También con Julieta Escardó, coeditora con Eugenia Rodeyro de La Luminosa, donde publicó La única foto (2019), su primer fotolibro.En Avistaje, la aventura de ver se asocia con el humor, la moda y la sensualidad. “Durante mucho tiempo hice dos trabajos fotográficos en paralelo; por un lado, salía a la calle con mi cámara buscando un gesto, un movimiento o algo que me llamara la atención -cuenta Estrada a LA NACION-. Así nacieron mis fotos callejeras: me encantan las personas que se visten con colores, con peinados imposibles y que se despliegan en todo su esplendor. Por el otro lado, formo parte de Fundación Zorba, que se dedica al proteccionismo de animales, y empecé a viajar con mi hermana Isabel de Estrada, la fundadora, por todos lados, sacando fotos de animales, y también me fasciné con ese mundo”.Con el tiempo, la serie de los animales fue tomando vuelo. “A medida que iba acercándome y conociendo más, empecé a descubrir la particularidad y la personalidad de cada uno de ellos; aunque fueran de la misma especie, veía que eran todos distintos. Como siempre que uno se acerca y hace foco empiezan a aparecer los matices, las individualidades. Empecé a retratarlos con la misma pasión con que miraba a las personas. Pero estos dos mundos durante años convivieron sin tocarse“. “Un día imprimí todas mis fotos callejeras sobre las mesa del comedor y en esa montaña de fotos apareció la respuesta -recuerda-. Un gesto acá, una postura allá, un mismo movimiento de cabeza en una imagen, en otra. Empezó como un juego, buscaba conexiones, fue un proceso súper intuitivo; me dejé llevar por el humor, por la poesía. Cada vez que encontraba una dupla era como un hallazgo, un tesoro, como cuando uno encuentra esa pieza del rompecabezas que encaja perfectamente y todo cobra sentido. Esas imágenes siempre habían estado ahí dialogando, solo estaban esperando que alguien las mirara”.Para la fotógrafa, Avistaje no consiste solo en un juego de coincidencias. “No se trata de comparación ni de ironía ni de decir ‘esto se parece a aquello’, sino de mostrar que, a pesar de los disfraces urbanos, de los rituales sociales, de las arquitecturas que nos rodean, seguimos compartiendo una misma condición. La naturaleza no aparece aquí como paisaje. Aparece como forma de estar en el mundo. Nos gusta sentirnos únicos, pensar que nuestra manera de mostrarnos y habitar este mundo nos distingue del resto de las especies, pero cuando nos acercamos aparecen los reflejos. De hecho, a menudo usamos metáforas animales para expresar lo que sentimos, y decimos que alguien es fiel como un perro, astuto como un zorro, valiente como un león. Estas comparaciones no son casuales, revelan un profundo deseo de reconocernos en lo que nos rodea”.Las imágenes de Avistaje, dice la fotógrafa, no buscan impactar. “Piden tiempo para dejar que el ojo se desarme de lo que cree saber -asegura-. En un mundo cada vez más urbano, más acelerado y saturado de imágenes, proponen un gesto opuesto: detenerse y mirar de nuevo. En cada imagen, la naturaleza no aparece como recuerdo, sino como presencia. No hay aquí una idea de regreso en la naturaleza, ni de paraíso perdido”. La presentación del fotolibro, que tiene un prólogo de Estrada y un filosófico epílogo de Celeste Medrano (“nos convida la facultad de imitar, copiar, explorar la diferencia en pos de una mismidad compartida”, sugiere), se hizo en el Museo Eduardo Sívori semanas atrás. “Fue el inicio de una serie de eventos que voy a continuar en 2026 en la Argentina y en España, y que estoy diseñando y trabajando con dos curadores: en la Argentina con Juliana Ganuza y en España, con Paco Cano”, anticipa. Avistaje se puede pedir en la página web de La Luminosa, en la galería especializada Arte x Arte y en la cuenta de Instagram de la fotógrafa.
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