La Nación: “Mala planificación y almacenamiento”. Se desperdician 72 kilos de alimentos por persona por año, cómo se podrían aprovechar
21/12/2025
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El Banco de Alimentos de Buenos Aires alerta por el impacto económico y ambiental de tirar comida; reclaman cambios en los hábitos de consumo y más concientización
En vísperas de las fiestas de Navidad y Año Nuevo, el Banco de Alimentos Buenos Aires volvió a advertir sobre el volumen de desperdicio de comida en la Argentina y llamó a adoptar prácticas responsables en los hogares. Según datos oficiales, cada año se tiran en promedio 72 kilos de alimentos por persona, lo que equivale a unas 1000 millones de raciones. La cifra asciende a 198 kilos a nivel de los hogares por año.“En las fiestas el desperdicio aumenta considerablemente. Todos sabemos que hay un exceso de alimentos sobre la mesa, ¿no? En general a uno le gusta celebrar y con la celebración viene el exceso de alimentos. Y, por supuesto, que el poder festejar en abundancia es bueno, pero no en la medida que eso se desperdicia. Entonces hoy hay campañas muy fuertes en España, fundamentalmente, y en países europeos en las fiestas porque se sabe que claramente es un momento de muchísimo más desperdicio de alimentos, y quisimos hacerlo acá también”, afirmó Fernando Uranga, director general del Banco de Alimentos Buenos Aires.El problema tiene una dimensión estructural e histórica. De acuerdo con la Dirección de Agroalimentos de la Secretaría de Agricultura, en la Argentina se pierden y desperdician alrededor de 16 millones de toneladas de alimentos por año.“Estas cifras impactan, sobre todo cuando se acercan días festivos. Pero son fundamentales para tomar conciencia y reducir el desperdicio. Cuando un alimento apto para el consumo se descarta, no solo se pierde comida: también se desperdician los recursos invertidos en producirla”, afirmó Uranga.“Es un nivel de pérdida muy grande. Para dar una idea, si se recuperara solamente una tercera parte de esos alimentos, no habría ningún tipo de déficit alimentario en la Argentina”, agregó. Las pérdidas comienzan en la etapa de producción y se extienden a lo largo de toda la cadena hasta que el producto llega al consumidor final. A partir de ese momento, se considera desperdicio.“En la Argentina se recuperan muchos menos productos que en Colombia, Chile u otros países. De todos los bancos de alimentos de la región, nosotros somos los que menos recuperamos. En la Argentina donar un alimento tiene un impacto muy alto a nivel impuesto. Es decir, cuando uno comercializa un alimento y lo tira, puede deducir el IVA. En la Argentina, cuando uno dona un alimento, no puede descontar ese IVA, con lo cual muchas veces donarlo es más caro que tirarlo. Las empresas colombianas y chilenas, por ejemplo, prefieren donar el alimento y, por supuesto, no contaminar el ambiente, porque para ellas no les genera un impacto económico negativo”, explicó Uranga.La pérdida ocurre en todo el proceso: desde que queda la cosecha en el campo por variabilidad del consumo hasta los excedentes de stock en diferentes lugares. Después de las frutas y verduras, el arroz, la harina, la polenta, los fideos y las legumbres —todos provenientes del agro— presentan procesos de pérdida significativos.En los hogares, los principales motivos que explican el desperdicio son el deterioro durante el almacenamiento, la preparación de cantidades excesivas, los vencimientos y el servido mayor al necesario. Las frutas y verduras encabezan la lista: el 77,2% de los hogares declara tirarlas, seguidas por harinas, fideos, arroz y legumbres. Los datos surgen del primer estudio sobre gestión doméstica realizado en el marco del Plan Nacional de Reducción de Pérdidas y Desperdicio de Alimentos, con el apoyo del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y la consultoría del Centro de Estudios sobre Nutrición Infantil (Cesni). La cocinera sustentable Laura Di Cola, colaboradora del Banco, remarcó: “Hasta un 30% del desperdicio en los hogares está vinculado con una mala planificación y almacenamiento”. Y sostuvo que, con cambios simples, una familia puede reducir entre 25% y 40% sus desperdicios mensuales. También llamó a reforzar la educación alimentaria desde la infancia porque “el cambio cultural empieza en la cocina de casa”.Uranga coincidió: “Para mí la clave del tema es una correcta planificación de toda la cadena de alimentación. Ordenar la heladera de forma tal de no desperdiciar los alimentos. O sea, que queden los primeros en vencerse, sean los primeros que agarremos y no mirar la fecha de vencimiento y elegir el más próximo a vencerse. La siguiente etapa, cuando uno empieza aprendiendo un poquito más de esto, es cómo conservar los productos adecuadamente”.Además, agregó que “en la Argentina la inflación también ha hecho que empecemos a tener otras prácticas que no siempre son las mejores. ¿Por qué? Para resguardarse de la inflación, muchas veces las compras son en volúmenes muy altos y tenemos muchos productos en nuestras alacenas. Eso, por supuesto, hace que la pérdida y el desperdicio sea mayor”.En un contexto de aumento de los costos y presión sobre los recursos, el Banco de Alimentos Buenos Aires insistió en que reducir pérdidas y desperdicios no solo combate el hambre: también evita derrochar agua, energía, suelo, envases, combustible y trabajo humano, y reduce las emisiones derivadas de la producción y el transporte.“El alimento que llega al consumidor implica trabajo humano, envases, transporte y agua utilizada. Y, cuando se descarta, genera emisiones de gases de efecto invernadero como dióxido de carbono y metano. Con lo cual, cada producto que se descarta tiene un impacto muy grande a nivel económico, por supuesto, pero también a nivel ambiental”, afirmó el director de la entidad.“Círculo virtuoso”Frente a ese escenario, la organización destacó que ya recuperó más de 6.100 toneladas en lo que va de 2025 y proyecta llegar a 7.000 antes del cierre del año, distribuidas a través de una red de 1.280 organizaciones sociales del AMBA. “Ese círculo virtuoso, es posible gracias a la inmensa cantidad de voluntarios que se suman a la tarea”, afirmó Uranga. Las acciones domésticas, subrayó, “impactan a nivel nacional y contribuyen a que los alimentos lleguen a quienes más los necesitan”.La entidad recordó también que recibe productos perecederos y no perecederos, materias primas y alimentos semielaborados provenientes de industrias, supermercados, productores y empresas de logística. Todos deben estar aptos para consumo y con fecha de vencimiento legible. Tras la clasificación y distribución, los donantes acceden a reportes de trazabilidad que detallan el destino de los kilos aportados.Consultado sobre políticas públicas posibles en la Argentina, señaló: “Hay muchos países que tienen una ley de doble etiquetado, donde el punto, el comercio, la puede vender hasta una determinada fecha, pero uno lo puede consumir hasta una segunda fecha. Y eso creo que es una parte muy importante, porque empezamos a partir de eso a decir, bueno, podemos seguirlos consumiendo un tiempo más fuera de la fecha de caducidad”.Y concluyó: “La Argentina tiene que hacer un trabajo fuerte en concientización, no solamente en incidencia en política pública, sino también en concientización, de forma tal de que las escuelas, los chicos, las universidades, todos entiendan realmente el impacto del desperdicio del alimento”.
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