La Nación: Sobrevivió a dos accidentes aéreos en un día, fue dado por muerto y pese a su fama nunca habló de eso
28/10/2025
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Fue considerado un ícono de la “valentía” en el mundo literario; vivió muchas tragedias a lo largo de su vida, pero hubo una seguidilla que lo marcó para siempre e, incluso, no le permitió ir a recibir el Premio Nobel de Literatura
El panorama era desolador: un avión accidentado en el barro y hojarasca profunda de la selva, ramas enormes cruzando los senderos improvisados, zumbidos de insectos y elefantes cruzando el río Nilo. Ernest Hemingway sabía que la amenaza más grande no era la supervivencia en la selva, sino los cocodrilos en las orillas del río, a pocos metros de donde estaba junto a su esposa. Le pidió silencio a su mujer y, solo con el sonido del agua corriendo y los chirridos de los insectos, buscó a los reptiles con la mirada: ahí estaban, lo sentía, aunque todavía no los distinguía entre el barro. Ellos no lo sabían, pero distintos medios periodísticos los habían dado por muertos: “Hemingway y esposa muertos en un accidente aéreo”, titularon.Unas horas más tardes los rescatarían, los alcanzarían a un pueblo cercano para tomarse otro avión y volverían a accidentarse: el segundo avión caería y se prendería fuego. El autor no volvería a ser el mismo después de sobrevivir los dos accidentes en el año 1954. Ocho meses más tarde, ese mismo año, el escritor ganaría el Premio Nobel de Literatura, pero no asistiría a recibirlo por órdenes de su médico, que le recomendó que siga recuperándose y no viaje a Suecia, tal como cuenta en una entrevista. Incluso, muchos argumentan que las secuelas de los choques fueron el disparador de las dificultades psicológicas y de las adicciones que lo llevarían, el 2 de junio de 1961, gatillar una escopeta contra sí mismo.Cocodrilos y whisky: un regalo de Navidad que terminó en el desafío por sobrevivir en la selvaEn 1936 Hemingway escribió su cuento “Las nieves del Kilimanjaro“, que narra la agonía de un hombre en la cumbre de la maravilla geológica africana. Como si fuese una premonición, en la Navidad de 1953 Ernest le regaló su esposa un viaje de turismo a Uganda. Entre otros destinos, la pareja quería realizar un paseo de avistamiento desde el aire a las cataratas Murchison, lugar que se ubica a algunos cientos de kilómetros del monte Kilimanjaro.Este destino no era al azar. El regalo parecía más un presente de Hemingway a sí mismo, ya que lo atractivo del destino era lo que la Associated Press describió como uno de los lugares más inaccesibles del mundo, pero también más hermosos, dominado por grandes animales salvajes como cocodrilos, elefantes, búfalos y leones. En otras palabras, un hábitat ideal para el ícono de la “valentía” en el mundo literario de principios del siglo XX.Ya corría el año 1954 cuando llegaron a África y definieron que el avistamiento se haría en avión. La pareja contrató un Cessna —una avioneta pequeña— y a un piloto, con quien salieron hacia las cataratas. Según artículos de la época, el avión que transportaba a la pareja Hemingway había despegado en Nairobi, la capital de Kenia, hacia las Muchison y todo parecía normal hasta que reportaron que no habían llegado a horario a Masindi, un punto intermedio, donde debían cargar combustible.El avión fue reportado como desaparecido minutos antes de que un piloto de la British Overseas Airways Corporation informara haber visto en las orillas del río Nilo al avión de Hemingway accidentado en la selva. “Una rueda del tren de aterrizaje estaba rota, pero por lo demás el avión parecía poco dañado”, dijo el capitán R. C. Jude, piloto de un avión de la British Overseas Airways Corporation, según los archivos del New York Times. El piloto había sobrevolado el lugar, a 5 kilómetros de las cataratas Murchison en el noroeste de Uganda y, desde el aire, no había señales de vida.El capitán Jude dijo que el avión que había visto era el correcto. “Vimos las letras de identificación en la cola muy claramente”, dijo y describió que la aeronave se había “estrellado directamente” contra los matorrales en un aterrizaje forzoso y que la densa vegetación había hecho imposible ver si los pasajeros —Hemingway, Welsh y el piloto— seguían vivos, aunque él había sobrevolado lo suficientemente bajo como para ver varios elefantes y búfalos deambulando al otro lado del río.Las autoridades locales enviaron una lancha de la policía desde Butiaba, en la costa este del lago Alberto, un viaje de varias horas hacia lugar de los hechos, pero no los encontraron.Con el rescate fracasado, distintos medios estadounidenses dieron por muerto al autor de París era una fiesta y comenzaron a redactar las respectivas notas necrológicas y las publicaron bajo titulares que anunciaban su muerte: “Reporte desde África: Hemingway y esposa muertos en un accidente aéreo”.De acuerdo al medio estadounidense PBS, lo que había ocurrido fue que en mitad del viaje, el avión chocó contra un cable de telégrafo y cayó entre la vegetación, particularmente “en las costas infestadas de cocodrilos” cerca del Nilo. Los pasajeros pudieron salir de la aeronave con algunas provisiones, como cerveza y whisky.Hemingway tenía un golpe en el hombro, que lo dejó con movilidad reducida; Mary Welsh se había fracturado dos costillas.Fue unas horas más tarde, varados e incomunicados en medio de la selva, que un bote con turistas halló a los tres sobrevivientes y los acercaron a un pueblo cercano donde podrían planificar su retorno.Menos de 24 hora más tarde: el fuego arrasa sin escapatoriaOtra vez en la civilización y con su viaje arruinado, Hemingway, Welsh y el piloto alquilaron otro avión pequeño para volar otra vez a Uganda, de donde habían partido hacía menos de un día.Justo después del despegue, el segundo Cessna tuvo un desperfecto, cayó en un campo y se prendió fuego. Como el piloto y Mary eran de complexión más bien pequeña, pudieron escapar ágilmente por las ventanas rotas de la avioneta, pero ese no fue el caso de Hemingway: el futuro Nobel quedó atrapado dentro del avión en llamas y tuvo que usar su cabeza para golpear la puerta del avión hasta abrirla y salir.Este choque, a diferencia del primero, que había pasado hacía menos de un día, dejó muchas más secuelas en el escritor y los demás tripulantes. En particular, Hemingway tuvo una fractura de cráneo y varias quemaduras, entre otras heridas graves.Un elefante y ronquidos: así fue la supervivencia en medio del accidenteDespués del segundo accidente, cuando fueron rescatados, la pareja viajó a Entebbe en auto —no vaya a ser que fueran a estrellarse por tercera vez—. Allí los esperaban algunos periodistas ansiosos por ver a la eminencia con vida.Hemingway llevaba “un racimo de plátanos y una botella de ginebra" y estaba de excelente humor mientras relataba la terrible experiencia, haciendo chistes con que los fuertes ronquidos cuando estaban varados en la selva, tal como informó la United Press. “Contuvimos la respiración durante unas dos horas mientras un elefante a 12 pasos de distancia estaba silueteado a la luz de la luna, escuchando los ronquidos de mi esposa”, dijo Hemingway, con la cabeza cubierta de vendas.Un golpe al honor: la carta que Hemingway escribió luego de los accidentesUn tiempo más tarde, recuperándose en Venecia, Hemingway le escribió a su abogado, Alfred Rice, para contarle sobre su tragedia. El texto se conoce porque en 2023 las cuatro páginas se vendieron en una subasta por 237.055 dólares.Al momento de escribir, Hemingway se encontraba en recuperación de las “horrendas heridas” sufridas. Su estado físico era crítico: padecía una fractura de cráneo, una rotura de disco, quemaduras en la cabeza, la cara y los brazos, y presentaba quemaduras de tercer grado en el brazo derecho “que llegan al hueso” y le causaban “terribles dolores”.El escritor se disculpó con su abogado por no haber escrito antes, justificándose con una impactante frase: “Estoy débil por tanta hemorragia interna”, y explicó que la dificultad para escribir era consecuencia directa de las lesiones en su brazo. También mencionó la grave conmoción cerebral que había sufrido Mary, agregando que a ella todavía le costaba acordarse de las cosas.A pesar del cuadro, el futuro premio Nobel exhibía un humor irónico en la carta, riéndose de su propia tragedia. Aunque gran parte del texto se centraba en asuntos de negocios (como pagos pendientes por la compra de rifles de caza), el pasaje más célebre es aquel donde hablaba de sus heridas y de las deudas que habría dejado a sus acreedores si hubiese muerto.Con su particular estilo minimalista, Hemingway sentenciaba: “Para ellos [los acreedores] valgo más vivo que muerto”, y concluye con la determinación que lo caracterizaba: “Y en este momento estoy tratando de seguir con vida”. También, destacaba la suerte que tuvo en ambos accidentes.En octubre de 1954, Hemingway ganó el Premio Nobel de Literatura y, siguiendo el consejo de sus médicos, prefirió enviar un discurso a Suecia y no viajar en persona. El objetivo fue continuar el progreso en su recuperación por los accidentes de África.Las heridas que sufrió Ernest Hemingway en los dos accidentes aéreos, según el libro El cerebro de Hemingway de Andrew Farah, se sumaron a un historial extenso de traumatismos físicos previos. Farah sostiene que todos los daños acumulados fueron un factor fundamental en la depresión, el alcoholismo y el comportamiento errático que caracterizaron los años finales de Hemingway, culminando en su suicidio en 1961.
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